Por Diego Gabriel Flores Espinoza, estudiante de la Universidad Nacional Agraria La Molina
Es un hecho que la pobreza en el Perú aumentó drásticamente después de que el COVID-19 traspasó nuestras fronteras y el gobierno estableció una larga cuarentena dada la crisis sanitaria. La proyección de la pobreza se elevará a 27.4%, un aumento de 6.9 puntos porcentuales (BCRP, 2020). Esto significa que unos 2.4 millones de peruanos se sumarían a la condición de pobreza. Concisamente habría un total de 8.8 millones de personas pobres en nuestro país.
En el Perú, para medir la pobreza monetaria se considera al gasto como indicador de bienestar, donde el valor de la canasta mínima total (alimentos y no alimentos) fue valorizada en 352 soles mensuales per cápita (INEI,2019). Es decir, las personas que gastan menos de esta cantidad son consideradas pobres.
Analizando este cuadro, la lucha contra este gran problema social que es la pobreza, retrocedió al nivel que se tenía nueve años atrás. Entre las medidas económicas más relevantes para poder mermar esta difícil situación fueron; la implementación de bonos económicos, subvención de trabajadores en planilla, programas de préstamos financieros, etc. Con un gasto total de 90,000 millones de soles. (MEF, 2020).
El remedio económico planificado por el gobierno fue establecido con la intención de reactivar la producción económica, que se ha visto gravemente afectada. La cantidad de productores y trabajadores formales e informales disminuyó gravemente, generando shocks negativos de oferta y demanda. En otras palabras, las personas disminuyeron notablemente su consumo, y las empresas al notar esto y pronosticar una situación extraordinariamente adversa, redujeron sus niveles de producción; causando el despido de trabajadores, recorte de salarios, y múltiples cierre de negocios. De esta manera la reducción del PBI aumentó el nivel de pobreza en la población peruana y redujo su nivel de bienestar.
El siguiente gráfico muestra la fuerte disminución de la producción nacional, en estos tres meses de confinamiento:
La coyuntura actual llevó a disminuir la producción nacional en un 40% en el mes de abril de este año, proyectando una resta anual del PBI del 12% (Banco Mundial, 2020). Teniendo en cuenta esto, el objetivo de las autoridades es elevar al 83% la producción peruana, que trabaja al 50% de su capacidad desde el 16 de marzo cuando se inició esta emergencia sanitaria, indicó María Antonieta Alva.
Bajo este contexto, se espera que para el 2021 el PBI nacional tenga un repunte del 7% (Banco Mundial, 2020). Esto último, sin duda alguna, ayudaría notablemente a reducir la incidencia en pobreza monetaria de la población peruana. Mientras las autoridades de este país de 33 millones de peruanos tomen las mejores medidas económicas para la reactivación de la producción nacional, la pobreza se irá reduciendo paulatinamente, tras la reapertura económica.
Para terminar este breve artículo, considero fundamental lo siguiente. Los economistas debemos ver más allá de los datos, al fin y al cabo, estos solo son una representación de algo mucho más grande; el bienestar de la población. Debemos trascender en nuestro análisis para tomar las mejores decisiones posibles; salud, educación, pobreza, bienestar, etc. Todos son aspectos que se relacionan fuerte y estrechamente con la economía. El Perú saldrá de esta situación tan grave, la recuperación económica está a la vista; las metas económicas trazadas, se aproximan a cumplirse.
“El verdadero Perú es todavía un problema. Quiénes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también felizmente, posibilidad”. (Basadre, Perú Problema y Posibilidad, 1931)