Transformación digital, clave para una recuperación económica

Fotografía: Imagen de Marc Thele en Pixabay

Por Ana María Narváez, estudiante de economía de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas - UPC.

La pandemia está afectando a todos, pero no a todos por igual, revelando grandes disparidades sociales en el acceso y calidad de la educación. Cuando el Covid-19 apareció por primera vez en el mundo, el acceso a la tecnología digital se transformó rápidamente en uno de los determinantes más importantes del bienestar humano. La educación en línea se ha convertido en una herramienta esencial para la educación de más de 2 millones de escolares y 800 mil universitarios en el Perú, según cifras oficiales estimadas por el Ministerio de Educación. El uso de internet es particularmente bajo, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) señala que su inclusión para el 2020 fue de 61.08%.

Hoy en día, la digitalización es un elemento clave para enfrentar las desigualdades socioeconómicas en la sociedad, y el acceso a Internet es un servicio indispensable que permite a las personas continuar algunas de sus actividades diarias, como teletrabajo, educación a distancia, telemedicina, entre otras.

El acceso universal a Internet es una prioridad para los países latinoamericanos alineados con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyos objetivos apuntan a acabar con las desigualdades en el acceso a Internet, que, hoy por hoy en el Perú, se encuentra de manera limitada y aún no ha llegado a todo el país.

La brecha digital, en particular, la falta de habilidades digitales e Internet de alta velocidad, ha impedido que muchas personas se beneficien de estos medios. Los estudios en línea se han vuelto complicados para todos; según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, es notable la gran diferencia en la capacidad de conexión a internet entre la zona urbana y rural. En la región, el 67% de los hogares urbanos están conectados a Internet y en las zonas rurales es solo el 23%. El 34% de los estudiantes de primaria, 41% de los estudiantes de secundaria y el 68% de los estudiantes de educación superior tienen acceso a Internet; esta situación es aún más difícil para las personas de bajos recursos, menos del 14% de los estudiantes de las escuelas primarias tienen una computadora conectada a Internet en casa, en comparación con más del 80% de los estudiantes con un nivel económico más alto. Asimismo, más de 6 de cada 10 hogares con ingreso per cápita pertenecientes al quintil inferior de la distribución de ingresos carecen de acceso a una conexión de banda ancha fija de alta velocidad necesaria para el trabajo y el estudio, mientras que 8 de cada 10 hogares con ingreso per cápita ubicado en el quintil superior de la distribución de ingresos sí lo tienen (OCDE et al., 2020[1]).

Estas diferencias conllevan a una serie de desventajas, que explican el bajo nivel de bienestar en las zonas rurales y la persistente pobreza, que afecta a una parte importante de la población. Solo las personas con la infraestructura y las habilidades tecnológicas adecuadas disfrutan de los beneficios de estas herramientas. Aunque el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha mejorado considerablemente, persisten las brechas y pueden surgir otras nuevas.

Según el estudio de Conectividad en América Latina y el Caribe, por IICA, BID y Microsoft, prácticamente todos los países de América Latina cuentan con fondos de acceso universal. Cuando se desarrollaron proyectos de conectividad, destinados a grupos sin acceso a la tecnología, financiados mediante estos fondos, se crearon puntos de acceso universal, espacios públicos de conectividad y puntos de acceso WI-FI gratuitos. Ejemplos de estas alternativas son el Programa Nacional de Telecomunicaciones (PRONATEL), el Número de Operador de Infraestructura Móvil Rural del Perú (OIMR) e Internet para Todos en Perú (IPT).

La recesión económica ha provocado que muchos comiencen a reducir su gasto en recursos digitales. En los países en desarrollo, las suscripciones de telefonía móvil cayeron de 103 por cada 100 habitantes en 2019 a 99 por 100 habitantes en 2020, por lo tanto, a pesar de que el 84% tiene un teléfono móvil, solo el 69% de las personas informa que usa Internet (UIT 2020). A partir de este momento, el acceso a las tecnologías digitales se vuelve completamente desigual.

En este contexto, la conexión a internet en los hogares, tanto rurales como urbanos, es una medida fundamental para hacer frente a la crisis sanitaria y económica.

De hecho, las tecnologías digitales pueden desempeñar un papel importante en la reconstrucción de la región al abordar el desafío continuo de la baja productividad. En una región donde las diferencias de productividad son grandes según el tamaño de la empresa, la transformación digital es una oportunidad, pero también un riesgo, para exacerbar estas diferencias. Con las políticas adecuadas, las tecnologías digitales podrían ayudar a cerrar la brecha de productividad entre las pequeñas y medianas empresas, crear nuevos vínculos entre la oferta y la demanda, facilitar las transacciones comerciales y los servicios de empleo, y crear o modernizar industrias.

Referencias

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