De lo que poco o nada se habla en esta segunda vuelta

Pedro Castillo y Keiko Fujimori disputan el sillón presidencial este domingo 6 de junio.

Por Luciana Fernandez Loyola, estudiante de economía de la Universidad Nacionl del Callao.

Ni en el 2019 cuando se vislumbraba la inscripción e inicio de campaña de muchos candidatos a la presidencia y al Congreso de la República, ni cuando estábamos cerca al 11 de abril de este 2021 nos imaginábamos estar frente a un escenario como el actual. ¿Sorprendidos? Sí, al menos ese 81.6% que no eligió a ninguno de los dos candidatos que están hoy en contienda. Los resultados golpearon tan abruptamente a la población, que la negación – como todo proceso de duelo psicológico, según lo que establece la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross (1969) – fue una fase que duró por muchos días, incluso semanas, en la gente. Me tomaré la libertad de asumir que ya todos salimos de esta etapa para instalarnos: algunos en la ira, algunos en la depresión y otros en la última… la aceptación. Sea cual sea la fase en la que te encuentres, nadie es ajeno que a raíz de todo ello la sociedad peruana se ha tornado un campo de batalla, en el vívido retrato de un pueblo fragmentado por la discusión política. 

El desprecio, la insatisfacción, la violencia (física, verbal, cibernética) cobran un gran protagonismo en épocas electorales. Sin embargo, en esta segunda vuelta, este “ruido político” está realmente intensificado y nadie está saliendo ileso de la carga emocional de esta campaña electoral, a la que se suma la crisis sanitaria y económica que se vive mundialmente. Es lamentable que en momentos en los que son necesarios los lazos de unidad, solidaridad y comprensión, los que terminen ganando terreno sean la agresividad e invalidez a la posición política – de manifestación individual o colectiva – contraria a la propia.

Se contempla un debate insano en el que se pone en tela de juicio términos como “libertad”, “democracia”, “libre mercado”, “comunismo”, “populismo”, “terrorismo”, “narcoterrorismo”, “odio”, “resentimiento”, etc. Creo que la lista es interminable. Me gustaría hacer un alto en todo esto para precisar que ni el señor Pedro Castillo ni la señora Keiko Fujimori demuestran o han demostrado un verdadero compromiso con la libertad. Poniéndonos filosóficos, podríamos citar a Aristóteles (1974) quien precisa a la libertad como aquella que reconoce la capacidad para decidir libremente y de manera racional frente a una amplia gama de opciones previamente ofrecidas, incluso, la facultad de actuar según la decisión que haya tomado”  o desde una postura más técnica, por la RAE, como la facultad natural del hombre de actuar de alguna u otra manera, haciéndose responsable de sus actos. La libertad entonces, no se cumple si existe una prensa parcializada; la libertad entonces, no se cumple si se pretende censurar a la prensa de oposición, la libertad se restringe si no hay posibilidad de elección de bienes, de servicios, de opinión. Es un burdo argumento para defender el voto hacia alguno de los dos, tal como lo es indicar que se elige a uno sobre otro por “democracia”. Tenemos por un lado a Fuerza Popular que defiende el régimen dictatorial del pasado y a Perú Libre que tiene declaraciones en las que afirma querer quedarse en el poder. Se podría seguir debatiendo punto por punto las cuestiones económicas, sociales, populistas, etc., pero este artículo no busca hacer algún proselitismo político para ninguna candidatura; por el contrario, busca reivindicar que una verdadera democracia no se nutre de la anulación de una postura o ideología, de manera reduccionista podríamos decir que se necesita la existencia de una derecha y de una izquierda que a través de un diálogo, debate y retroalimentación de propuestas se logre recoger las exigencias de toda la sociedad y brindar solución a las problemáticas encontradas. 

Considero preocupante que muchos condenen el voto ajeno cuando no coincide con el suyo, tildando que este se sustente en “odio o resentimiento”. Lo he escuchado de partidarios de ambos bandos, y llegar a ese tipo de conclusiones simplistas, cuando la mochila que cargan los candidatos es bastante pesada y puede llegar a abrir heridas profundas en cada persona, en distintas magnitudes, colisionando con el conjunto de valores que cada ser humano adulto ha construido a lo largo de su vida, solo desacredita aquello que dicen defender: la libertad. 

A lo que pretendo llegar desmenuzando todo lo dicho anteriormente es que disuadir a alguien de su elección electoral (al menos con lenguaje o actos invalidantes y violentos) está lejos de ser algo útil para la construcción de sociedad que a puertas del Bicentenario se quiere edificar. Entonces, ¿tanto cavilar para no llegar a nada? No. Por el contrario, creo que por medio del respeto y aceptación del voto ajeno podemos atisbar los mecanismos y herramientas que están a nuestro alcance para permanecer vigilantes y participativos en el próximo gobierno, sin importar quien llegue a vestir la banda presidencial el 28 de julio. 

El primer paso es que para poder tener una visión panorámica y objetiva de la realidad nacional es necesaria una diversificación de las fuentes de información a las que acudimos. Para no tener una visión sesgada, se necesita incluir en nuestro consumo a los medios masivos de “TV” y radio, a la prensa independiente, al periodismo local/regional, a la prensa extranjera y a la opinión de expertos según la temática coyuntural. Es decir, revisar información de gente que piensa como nosotros y gente que piensa distinto. Hacerlo nos permitirá combatir la desinformación, las noticias falsas, los puntos de vista parcializados y la mala interpretación del contenido. A esto, agregaría la revisión de información histórica que nos brinda el periodismo de investigación, los antropólogos, politólogos, etc. a través de la lectura. Ello nos permitirá acrecentar el pensamiento crítico en los hechos que se presenten. Al sostener lo anterior, se me viene a la mente lo dicho por el comediante y director artístico peruano Job Mansilla, que comentaba hace unos meses en uno de sus videos sobre la censura, los problemas sociales, entre otras breaking news, que una de sus compañeras le dijo algo muy sabio: “En una sociedad avanzada y crítica es donde existe un partido nazi y nadie vota por él”. 

Consecuentemente con lo dicho líneas atrás, es importantísimo hacer uso de nuestro derecho a la participación, que si bien no es respetado en todos los niveles (por ejemplo, la negación o subestimación de la consulta previa), sí existen mecanismos que pueden lograr cambios importantes para el país, mecanismos que nos ofrece la ley y nos faculta a tener una ciudadanía vigilante. Independientemente de qué personaje salga electo, nos permite manifestar nuestros intereses y poner en la mesa solicitudes para la atención de problemáticas, involucrándonos activamente en el debate político. El mecanismo, por ejemplo, de Iniciativa Legislativa, brinda atribuciones a la población para que ella misma pueda presentar proyectos de ley de manera individual o por medio de organizaciones/colectivos, requiriendo firmas de al menos el 0.3% de la población electoral nacional para luego pasar a votación en el Congreso. También, a través del portal virtual del Congreso, se puede emitir opinión acerca de los proyectos de ley en curso. 

Existen muchos casos de éxito de participación ciudadana alrededor del mundo. El diario El País (2019) hacía hincapié en lo útil que fue para países como España, India, Brasil, Islandia y Taiwán la aplicación de ellas a través de plataformas virtuales, que, según declaraciones de Beth Noveck, directora de GovLab, al implementar estas herramientas buscaban “hacer algo mejor que votar, como pensar en cómo podemos reparar nuestras instituciones”.

Asimismo, existen otros mecanismos, tales como: revocatoria de autoridades, remoción de autoridades, demanda de rendición de cuentas, acceso a la información pública (una herramienta sencilla de consulta es el portal de Transparencia Económica), consejos de coordinación regional, etc. Todo ello está estipulado en nuestro sistema jurídico nacional y, siguiendo los requisitos establecidos en cada uno de ellos, pueden ejercerse por todos los ciudadanos peruanos, promoviendo una sociedad democrática en su pleno desarrollo y colaborando a construir una sólida base en la toma de decisiones políticas (Valdiviezo, 2013). 

Una opción importante a destacar, que viene siendo muy utilizada aquí en el Perú como en los países de la región es el “poder de las calles”, las marchas, el derecho a la protesta, siendo ello parte del derecho a la libre expresión. La movilización de la población a nivel mundial muestra el clamor de la gente ante injusticias, reformas políticas, peticiones, entre tantas súplicas por hacerse oír. Utilizar la protesta deja en evidencia que es la ciudadanía quien tiene el verdadero poder de mover tanto económica como políticamente a la sociedad. Si las condiciones políticas que llegue a ejercer el nuevo gobierno empeoran la calidad de vida y los beneficios sociales del país, usar este mecanismo es imprescindible. Traería en este momento a colación lo que afirmaba Manzo (2018): “Cuanto más se restringe el derecho de libertad de los ciudadanos, más se hará presente la protesta como elemento que busca oponerse a esa restricción, por otro lado, mientras los derechos sociales no se hagan efectivos y no se llegue a conseguir un equilibrio que reduzca las inequidades sociales, allí también se hará presente la protesta y la contestación”. Hago un alto aquí para resaltar que el uso de violencia de parte de la población y/o del Estado siempre será condenable, sobre todo cuando se termina con la vida de personas. A su vez, considero que en la medida en que el Estado atienda oportunamente las demandas de la población y se respeten las libertades mencionadas, no será utilizada la violencia como respuesta. 

Por último, no quería dejar de mencionar la importancia que tiene la vocación de servicio. En un mundo individualista, ser voluntario de alguna causa es revolucionario. La Universidad EAFIT (2017) lo define como: fomentar, a través del servicio desinteresado, una conciencia ciudadana generosa y participativa para articular y fortalecer el tejido social. 

Al día de hoy el Perú tiene diversos programas de voluntariado para colaborar con la causa que cada uno prefiera: educación, salud, hambre, ambiente, emprendimiento, etc. Siempre encontrarás alguna convocatoria abierta y accesible a tu disponibilidad de tiempo, no solo eso, la acción social permitirá que seas parte activa de la mejora de vida de las personas más vulnerables de nuestro país, y sin duda alguna te ablandará – aunque sea un poco – el corazón.

Espero que al menos un poco de las palabras aquí descritas haya calado positivamente en alguno de los que me lee, y que en medio de esta coyuntura política que destroza, angustia y divide, se haya puesto sobre la mesa algo de lo que poco o nada se habla, de que no se necesita un cargo político para actuar por y para el país. Que la sociedad civil participativa es esencial para el fortalecimiento del camino hacia la garantía de derechos económicos, culturales, éticos, morales, sociales y ambientales. Así no tengamos una clase política decente, hacernos cargo de nuestro rol como ciudadanos nos ayudará a transformar a través de la justicia, la responsabilidad, el compromiso y la solidaridad a nuestro tan querido Perú. 

Referencias

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