Una reflexión sobre los retos y desafíos de cara al Bicentenario tras la pandemia

Por Eduardo David Pow Sang Paima, Ganador del 2° Puesto del Concurso Internacional de Ensayos de APEECO. Estudiante de Economía de la Universidad Nacional del Callao.

La gran crisis causada por la pandemia de COVID-19 ha puesto en jaque dos piezas vitales para el funcionamiento de cualquier país del mundo: la salud y la economía. Los mejores sistemas de salud del mundo han colapsado, y los que aún se mantienen en pie de lucha están asumiendo costos económicos extraordinarios. En el Perú, este trade off permanente se da desde la toma de decisiones del presidente Vizcarra, hasta las familias pobres, las cuales de acuerdo con proyecciones de la CEPAL aumentarán para el 2020 en un 9.3%, quienes viven el día a día con el dilema de morir por el Covid o de hambre. Así mismo se ha proyectado una contracción del PBI en un 13% y un aumento de la tasa de desempleo en un 5% (CEPAL). Hasta este punto, el panorama económico resulta desalentador, sobre todo para un país como el Perú el cual ha gozado de una fortaleza macroeconómica importante, consecuencia de prudentes politicas de estado en materia monetaria y fiscal, acompañado de un crecimiento económico estable en relación a sus países vecinos en los últimos veinte años.

En lo siguiente, se pretende responder primero, a la interrogante ¿Por qué la fortaleza macroeconómica del Perú en los últimos quince años no ha sido suficiente para enfrentar correctamente la pandemia del COVID-19, la cual nos coloca dentro del top 10 de los países con mayor número de contagios? Y luego ¿Cómo nos deja esta crisis a un año del bicentenario de nuestra independencia dentro del marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible?

Crónica de una pandemia anunciada

Luego de aproximadamente 150 días del primer caso de COVID-19 en el Perú, la retrospección respecto a las medidas que se tomaron en principio y el impacto que ha tenido la pandemia tanto en la salud como en lo económico, resulta ser muy controversial. El Perú fue uno de los primeros países de la región en tomar medidas de distanciamiento total para prevenir la propagación del coronavirus. Nueve días después del caso 0, se cerraron tanto fronteras nacionales como internacionales, seguido de una serie de medidas de confinamiento social obligatorio. Sin embargo, nadie esperaba una crisis de tal magnitud en todo el mundo a pesar de que la humanidad ha experimentado pandemias a lo largo de su historia. Halliburton (2020) decía que la actual pandemia tiene rasgos extraordinarios y de consecuencias imprevistas. Dentro de la literatura, a estos eventos sin precedentes se les conoce como Cisnes Negros.

En diciembre del 2019, científicos chinos venía advirtiendo sobre una inusual infección pulmonar como consecuencia de un nuevo coronavirus. No obstante, el ruido de las celebraciones de fin de año en todo el mundo no permitió escuchar lo que los médicos chinos venían anunciando. En suma, las controversiales manifestaciones de la OMS respecto la gestión de la pandemia generaron mucha más incertidumbre de la que ya existía debido a la exclusividad del nuevo coronavirus. Como menciona Lüscher (2020), esta pandemia fue un Cisne Negro incluso para virólogos y especialistas, de ahí que se haya presenciado ciertas contradicciones respecto a la enfermedad y su tratamiento.

¿Y la economía, qué?

La economía es la reina del tablero, y la salud es el rey. La reina tiene mayor dinámica y hace jugar a todas las fichas del tablero, pero el rey sigue siendo la pieza más importante del tablero. Un tablero sin reina, o con ella estancada en una casilla, hace mucho más vulnerable al rey frente a un jaque. Un país sin su economía en movimiento y en recesión, no permite el progreso de las demás piezas, sobretodo del más importante: la salud, su rey. 

En las últimas dos décadas, desde la incorporación del primer marco fiscal, el Perú se convirtió en uno de los países con mejores resultados macroeconómicos dentro de la región. Esto en respuesta, principalmente, de un fortalecimiento de las finanzas públicas y del mejoramiento de las condiciones financieras internacionales (Butrón y Céspedes, 2020). Objetivos como mantener un crecimiento sostenido del PBI, un nivel de inflación dentro del rango meta establecido por el BCRP (entre 1% y 3%), una deuda pública en descenso (26,9%) en comparación países vecinos como Chile (27%), Colombia (49%) (Ver gráfico 1) y un déficit fiscal bajo (aproximadamente un -1.6% para fines del 2019). 

Figura 1. Estimación de la deuda pública como porcentaje del PBI en América Latina. Fuente: FMI, S&P, Moody’s, BCRP y MEF. Elaboración Propia.

En esa línea; el Perú tenía, por un lado en materia de política fiscal, un Fondo de Estabilización Fiscal (FEF) hasta fines del 2019 un monto de 5,471.8 millones de dólares americanos; mientras que en materia de política monetaria, había acumulado para fines del 2019 un monto de Reservas Internacionales Netas (RIN) de 68,316 millones de dólares americanos. 

En ese sentido, el MEF pudo aplicar medidas economicas extraordinarias, tal cual lo expresó la ministra de economía María Antonieta Alva, para afrontar la crisis. Entre ellas, se empleó a partir del primer mes de cuarentena, un total de 30 millones de soles (12% del PBI), principalmente para mantener la cadena de producción y la cadena de pagos, a través del otorgamiento de créditos baratos y mediante transferencias destinadas a bonos monetarios con un alcance proyectado para siete millones de peruanos. Por otro lado, la creación de Reactiva Perú y otros programas de créditos para las Mypes, garantizando préstamos con tasas de interés promedio del 2%.  

Sin embargo, la cuarentena en el Perú era una olla a presión. A mediados de junio, tres meses desde que se iniciaron las medidas de confinamiento y el apoyo economico del Estado para evitar justamente que esta olla estalle, un sector importante de la población, que vive del “día a día”, rompió la cuarentena.

El sistema de salud en crisis

Literalmente, como describe Vergara (2020) el sistema de salud peruano estaba en harapos. Se había ahorrado tanto, que no se invirtió en un sistema de salud adecuado. Esto, a pesar de buenas iniciativas en el pasado como la Reforma del Sector Salud en el 2013, elevando el gasto y la descentralización de la salud como un derecho el cual debía ser gozado por todos los peruanos de manera oportuna y eficiente, el cual Velásquez et al. (2016) explican detalladamente. Sin embargo, hasta el 2016, recién se encontraba en etapa inicial. Lamentablemente, esta reforma que también incluía una serie de iniciativas de protección social para el trabajador, se detuvo. 

Para ver la crítica situación en cifras, hasta el 2017, como se observa en el grafico 2, el gasto destinado al sector salud fue aproximadamente un 5% del PBI, es decir unos 32 561 millones de soles. Comparando con algunos países de la región, el Perú tiene uno de los promedios más bajos en relación al gasto en salud. Esta situación se reflejó en la escaza logística para enfrentar la pandemia, apenas 100 camas UCI a inicio de marzo, es decir, un respirador por cada 320 000 personas. En comparación con otros países de la región como Argentina que tenía 9 000 respiradores, México 5 000 y Chile 1 200. 

Hasta el 7 de agosto, de acuerdo con cifras oficiales, el Perú ha registrado un total de 455 409 casos positivos de COVID-19, ocupando el séptimo lugar a nivel mundial y el tercer lugar a nivel de la región solo por debajo de Brasil y México. Esta situación descrita junto problemas estructurales y de gestión de crisis, descritos muy bien por Ñopo y Jaramillo (2020) como el alto grado de informalidad, pues el 71% de la PEA pertenece a la economía informal, de los cuales un 60% no tiene una cuenta bancaria.

Figura 2. Gasto destinado al sector salud como porcentaje del PBI en América Latina. Fuente: INEI, Banco Mundial. Elaboración Propia.

En resumen, los últimos veinte años el Perú supo administrar sus cuentas macroeconómicas de manera correcta, recordemos que tuvimos que recuperarnos de la crisis de los ochentas, donde el PBI había sufrido una contracción hasta del 30% y la inflación había logrado picos históricos de más de 7600%. 

La pandemia ha desnudado ciertamente problemas de eficacia gubernamental heredados desde los inicios de la república. Pero sin ir muy atrás, es desagradable ver como en los últimos veinte años, cinco presidentes han sido procesados por algún delito de corrupción, de los cuales uno de ellos se suicidó el año pasado. Entonces, ya no teníamos en frente solo a la pandemia, sino el de la corrupción también. Por tanto, uno de los mayores problemas estuvo en la gestión de los recursos antes y durante la pandemia. 

Rumbo a una “Nueva Convivencia”

Hasta este punto, se ha descrito puntualmente los aspectos económicos y sanitaros que han enmarcado la actual crisis. Ciertamente, hay que pensar ahora en lo que nos va deparar el corto y largo plazo, sobre todo teniendo el 2021, año del Bicentenario, a la vuelta de la esquina. En ese sentido, el gobierno peruano ha iniciado una serie de politicas economicas dentro del marco de la tan necesaria reactivación económica. Por tanto, todo lo consiguiente será bueno y oportuno a medida que responda una sola pregunta: ¿Cómo se puede disminuir el número de contagios de COVID-19 y al mismo tiempo reactivar la economía? 

Primero, debemos partir por reconocer la realidad microeconómica del país. Jaramillo y Ñopo (2020) profundizan respecto a los hogares respondiendo a la siguiente pregunta ¿Cuan preparados están los hogares para afrontar la crisis económica y sanitaria presente? La respuesta no fue tan alentadora en ese sentido. Solo un 25% de los hogares ha podido mantener sus ingresos y empleos, por tanto muchas familias han tenido que reinventarse de manera informal. Evidentemente hay otro problema con los hogares, y que no se ha tocado aún: la falta de educación preventiva en las personas. La contaminación visual de las noticias “fake” cortesía de las redes sociales y la desinformación en general han sido una plaga de la actual crisis que no solo ha atacado familias, sino también autoridades. 

Por otro lado, hablemos de las empresas. El Perú es prácticamente un país de microempresarios. Hasta el 2018 de acuerdo con datos del INEI, el 98% del segmento empresarial está formado por Mypes, siendo Lima y Callao los departamentos con la mayor proporción de estas. El problema surge cuando el 80% de estas microempresas están bajo la sombra de la informalidad y claro, el hecho concreto es que la informalidad repercute en salarios, subcontratos, baja productividad y escaza o nula protección social para los trabajadores (De Soto, 1987). 

Dado que es el problema más complejo debido a su carácter estructural, reducirla será consecuencia de acciones que van desde la innovación en un sistema de empadronamiento que permita identificar a los informales, hasta un proceso de bancarización, la cual debe ser parte de una reforma financiera basada en dar facilidades de formalización a los microempresarios. Por consiguiente, si se inicia una campaña de formalización de las unidades mínimas de la estructura empresarial peruana, habrá mayor productividad, mayores ingresos; ergo, asumir los costos de formalización será más factible.

En ese sentido, dada esta compleja realdad, las medidas de reactivación han sido correctas, pero no oportunas (nuevamente). Desde que se otorgó el primer crédito Reactiva Perú a las instituciones financieras el cinco de mayo, luego de diecisiete sesiones de subastas por parte del BCRP, logrando tasas de interés entre 0.5% y 3.6%, se ha podido desembolsar cerca de 34 000 millones de soles. Los resultados fueron positivos, en la medida que significa para el Estado llegar a tantas empresas subterráneas. Respecto a la proporción de empresas beneficiadas, el 70% fueron Mypes, sin embargo en términos del monto obtenido, las Mypes solo representaron el 18% del monto desembolsado, lo cual es proporcional al total de sus ventas (14%). De esta manera, el Estado ha podido disminuir el impacto negativo en este sector, garantizando la cadena de pagos y la reactivación por fases de la economía, al menos para el sector formal. De esa manera, el reto actual es ayudar a aquellos informales, que ya vimos, son muchos.

¡Sálvese quien pueda!

El problema surge cuando la balanza economía – salud (reina y rey) se desequilibra. Entonces, regresamos a la pregunta anterior. Si bien el Estado ha tomado medidas extremas para iniciar la reactivación económica, de hecho ya estamos en la fase cuatro, no significa que haya tenido las respuestas adecuadas frente a la pandemia. A pocos días de iniciado agosto, estamos frente a un inminente rebrote del COVID-19. Se ha calculado que aproximadamente el 25% de la población de Lima y Callao ya ha sido contagiada, además el factor R registró un valor por encima de uno, lo cual es grave, pues significa que estamos en las mismas, o peores condiciones que a inicios de abril. En consecuencia, la “nueva convivencia” deberá esperar un tiempo más. Se pasó a ser el segundo país con más muertes por cada cien mil habitantes a nivel mundial (el primero es Bélgica con una población de casi 11 millones de habitantes). 

El reto, por consiguiente, es optar por una estrategia diferente a la inicial. No se puede seguir una lucha basada únicamente en la reacción sobre todo con un sistema de salud (precisamente nuestra pieza del juego encargada de la reacción) colapsado hace rato. De hecho, la línea de atención primaria (las postas y centros locales) no tiene la capacidad suficiente que permita relajar un poco la capacidad instalada de los hospitales.  

El futuro que nos espera

Nunca había sido tan necesario, y a la vez tan especial, una contienda electoral como la que se viene el próximo año. No solo porque se cumple 200 años de independencia sino por lo menesteroso que resulta un cambio en nuestro país. Después de todo, como cita un popular dicho: después de la tormenta viene la calma, es ahora el momento para establecer las pautas que van a reconducir al país hacia las deseadas vías del desarrollo. Obviamente, la responsabilidad de contener la crisis actual es lo primordial y se requiere un compromiso nacional para ello. Esta reconducción debe apuntar hacia el cumplimiento los Objetivos de Desarrollo Sostenible; los cuales, en el caso del Perú, consiste en tratar tres aspectos fundamentalmente: (i) la reducción de la pobreza, (ii) el fortalecimiento de la salud y el bienestar, (iii) la creación de condiciones para un trabajo formal y decente, y finalmente (iv) recuperar el crecimiento económico.  

En ese sentido, el Estado deberá articular un plan de estrategias que se enfoquen principalmente en estos puntos. El reto está en hacer un plan oportuno para el corto plazo y sostenible en el largo plazo. De esta manera se pueden plantear un plan de acción con impacto de dos etapas:

Primero, se necesita un conjunto de acciones basadas en la prevención, por el lado de la salud y el fortalecimiento del nivel primario de atención, así como mantener la cadena de pagos y la sostenibilidad del sistema financiero.

Una segunda etapa, la cual debería comenzar con distribuir una vacuna de manera inmediata contra el COVID-19, debe enfocarse principalmente en la reactivación económica, tanto por el lado de la oferta como de la demanda. Se ha proyectado que para fines de este año haya una caída del gasto privado en un 3%. Por tanto, va depender mucho de lo que haga el sector público para impulsar la demanda agregada. 

Conclusión

Finalmente, además de la agenda propuesta en base a los ODS de cara al 2030, que ciertamente debe ser prioridad para los candidatos a las elecciones del 2021, se deben impulsar tres reformas fundamentales: (i) un sistema actualizado de empadronamiento de hogares, para tener una mejor aproximación de las necesidades de la población, especialmente en las zonas vulnerables. (ii) Impulsar la digitalización en sectores como educación y salud, especialmente en las periferias donde la cobertura de internet es poca o nula. Para esto, es claro que se debe empezar una campaña de innovación a gran escala.  (iii) Aliviar el problema de la informalidad en todas sus formas.

Después de todo, la historia se está escribiendo. Serán los peruanos del mañana quienes juzguen y condenen a los culpables o no culpables de las malas o buenas decisiones tomadas. Lo que sí queda claro, es la gran oportunidad que tenemos todos de iniciar el camino hacia un Perú desarrollado. Y digo todos, porque el fracasar o no fracasar no solo puede ser una mochila que cargue el gobierno, a fin de cuenta representan nuestros intereses y cosmovisión. Por tanto, es importante que cada peruano, desde su posición de juego empiece a reconstruir la patria que todos queremos. En fin, nunca hubo momento más oportuno que este. 

Referencias

  • Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). (2019). Reporte de Inflación, diciembre del 2019 Panorama actual y proyecciones macroeconómicas 2019-2021. Recuperado de https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Reporte-Inflacion/2019/diciembre/reporte-de-inflacion-diciembre-2019.pdf
  • Butrón, L., & Céspedes, Y. N. (2020). Dos décadas del Marco Macrofiscal Peruano (Revista Moneda n°181, BCRP). Recuperado de https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Revista-Moneda/moneda-181/moneda-181-07.pdf
  • Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2020). Enfrentar los efectos cada vez mayores del COVID-19 para una reactivación con igualdad: nuevas proyecciones. Recuperado de https://repositorio.cepal.org/handle/11362/45782.
  • De Soto, H., Ghersi, E., & Ghibellini, M. (1987). El otro sendero.
  • Halliburton, B. C. (2020). COVID-19 is a Black Swan. Recuperado de https://www.forbes.com/sites/forbesbooksauthors/2020/03/19/covid-19-is-a-black-swan/#482fd81e7b4b26, 2020.
  • Jaramillo, M., & Ñopo, H. (2020). COVID-19 y shock externo: impactos económicos y opciones de política en el Perú. Recuperado de http://repositorio.grade.org.pe/handle/GRADE/579.
  • Thomas F Lüscher, MD, FESC, (2020). COVID-19: (mis) managing an announced Black Swan, European Heart Journal, Volume 41, Issue 19, 14 May 2020, Pages 1779–1782, Recuperado de https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehaa435.
  • Velásquez, A., Suarez, D., & Nepo-Linares, E. (2016). Reforma del sector salud en el Perú: derecho, gobernanza, cobertura universal y respuesta contra riesgos sanitarios. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, 33, 546-555.
  • Vergara, A. (2020). La crisis del COVID-19 como Aleph peruano. Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico. Recuperado de https://ciup.up.edu.pe/analisis/la-crisis-covid-19-como-aleph-peruano/?fbclid=IwAR38J174k0aMz0UdMSXlWGzMAGY0hE9yLt8a2gqZJ8XPX7S5pdrmvJ-U0ik.

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